jueves, 16 de junio de 2016

Extractos de Cuba II


Autor: Julio Maugham

Febrero 2015

Al parecer Varadero debe su nombre no a los bancos de arena —arena, por cierto, “perfecta” en palabras de P., pues “no es muy gruesa para que al caminar te duelan las plantas de los pies, ni muy delgada para que, cuando se moje, forme un fanguillo en tu piel”–. Debe su nombre a esa atracción peculiar que tienen sobre el hombre la paz y la quietud conviviendo en perfecta armonía con el movimiento y el frenesí. Pensándolo dos veces, tal vez P. tenga toda la razón, sin tenerla... Varadero es el justo medio, como su arena. Aplausos para los creadores o descubridores.

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Esto debería haber ido antes de la anotación anterior, pero qué más da. ¿O no? Porque esto es para mí, y tal vez, para quien yo decida que lo lea. Y cobra justa razón al ir a San Francisco de Paula camino a Varadero. ¿A quién diablos le interesaría saber cuántos gatos llegué a tener en un mismo momento de mi vida? ¿A quién el saber en qué orden compré qué modelos de auto? O ¿cuándo los vendí? ¿Quién era el que me los lavaba? Cifras de chismes reunidos en un mismo lugar, con datos nada trascendentales para, según esto, darte una idea de un día común en la vida de E.H. Le agradezco a la negrita de seguridad que nos explicó los pormenores sobre el barco Pilar, la piscina, los vestidores y los jardines de la villa. Pero creo que no sobra decir que son datos completamente innecesarios. Nunca, y lo digo muy seguro a pesar de que es una palabra muy fuerte, nunca entenderemos a E.H. por sus muebles, sus frascos de farmacéutico llenos de lagartijas flotando en formol sobre el alféizar de la ventana del baño, o por sus 57 gatos (RIP). Él era él y basta. Lo demás es un intento fútil de darle sentido a algo que simple y sencillamente no lo tiene. Espero que si algún día tengo un biógrafo, ni lo intente. O bueno, le permitiré mencionar sobre la noche aquella en que impuse un récord, tal vez mundial —mi hermano y su amigo Héctor se sorprendieron al verlo y no encontraron en Youtube video alguno con mayor puntuación a la mía—. Fue en el videojuego de Mario Party para Nintendo 64, en donde tenías que hacer girar la palanca a grandes velocidades y lograr que una bomba volara el mayor tiempo posible. O algo así. Ese dato sí fue trascendental para el resto de mi vida. Ese y cuando pasamos a otro nivel K. y yo en ese mismo videojuego a las 2 a.m. tal vez esa misma noche, y nos abrazamos con tal alegría que se podría decir que habíamos ganado una Copa del Mundo. Aunque ese nivel, siendo honestos, lo pasó K. solito. Pero bueno, sabemos que los biógrafos se pueden equivocar (guiño a la distancia a mi futuro biógrafo). Lo siento K. Pelea de biógrafos entre el mío y el de K. Hagan sus apuestas.

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Estar con A. y M. (estricto orden alfabético) tumbados en la playa me recuerda a cuando éramos niños. Por ahí de mediodía terminamos los tres riendo. Tenemos que reír más. Se nos da muy bien.

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La Habana nos recibe de noche y con hambre. Es como cuando regresas a casa. Y justamente así se sintió.

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