jueves, 22 de junio de 2017

El extraño caso de Juan Carlos Osorio

Autor: Giovanni Duayhe Zilli

De Osorio considero que es un director técnico que le gusta ver al futbol arder. Su inverosímil propuesta contra Nueva Zelanda lo ha dejado claro: la lógica y la mesura no entran en consideración a la hora de preparar un partido. No deja, sin embargo, de ser resultadista, pues los números, fríos, hablan a su favor —obviando el partido contra Chile el año pasado—. Para un aficionado, ver un partido de la selección mexicana de Osorio es horrendo, sí, desesperante, mas nunca aburrido. ¿Por qué este afán de plantearlos así?

Las razones las ha dicho: su esencia como entrenador de futbol es la rotación de jugadores y la planeación particular de cada partido, con numerosos elementos tácticos y extrafutbol a ponderar a través de la estadística. Para el seguidor, es más bien como si metiera la mano a una tómbola y los primeros 11 papeles extraídos designaran la alineación, y mediante un volado, el parado del equipo. La rotación, para él, significa —o le asegura— que todos los elementos a su disposición están en ritmo de competencia, y con la carga física distribuida en partes iguales.

Para el resto de los entrenadores en el mundo, es no tener un cuadro titular que domina un sistema de juego. Este elemento, el de dominar un sistema, para esa gran mayoría, es la llave para ganar partidos y salir airoso en una competencia.

Cambios antifutbol es quizá la frase más exacta que escuché en estos días de debate futbolístico. Por mencionar algunos: contra Portugal, sacar a Vela y meter a Gio por encima del Chucky, Damm, Aquino o Marquitos, no sacar a Layún; contra Nueva Zelanda, los 8 cambios en la alineación, el cambio de parado, y principalmente, cambiar a los mediocampistas. Alinear a Gio como titular…

En el mejor de los casos y sin saber cómo acabará la era Osorio, concluyo lo siguiente: ante un partido en el papel fácil, el DT transfirió enteramente la responsabilidad de sacar el resultado a su cuadro sustituto, por el simple placer de ver a este cuadro arreglárselas como Dios les diera a entender. Al final, en ese sentido, sacó el resultado.

Osorio se me figura eso, como un niño con una lupa y un hormiguero, como el guasón de Heath Ledger, como Nerón en la antigua Roma: no importa el cómo sino el qué; dinamitar al futbol.

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