martes, 3 de mayo de 2016

Club 1


“De no haber llegado en aquel punto a aquellos pueblecitos hospitalarios, el desastre habría sido completo, y ningún miembro de los blancos de la expedición habría podido abrigar esperanzas de regresar a México.” 

B. Traven

Autor: Albert Guardiola

—Bueno, si se tratara de eso, supongo que todos estaríamos igual, pero aquí nada más tú y yo estamos hablando de esto. Y no me malinterpretes. Quiero que quede muy claro: no entiendo absolutamente nada de lo que está pasando a nuestro alrededor, pero me queda claro que sigas aquí.

—¿Que siga aquí?— dijo Alets.

—Pues podrías andar de trotamundos, Palets… o leyendo algo que valga la pena. Qué te parece si lo intentas y así yo dejo para otro momento esto de enfrentarte a ti conmigo y a mí contigo. No tiene ningún sentido. Es como mirarse al espejo y ver a Woody Allen. Incluso, siendo él mismo.

—Zelig ¿no?, Carola.

—No trates de llevarme por tus caminos escabrosos. Sabemos muy bien que no nos llevan a nada.

Los tiempos de dios son perfectos, solamente que hasta ahora no ha tenido la delicadeza de invitarnos a su convite. Hemos sido presas de un dios macho, que no comparte con hembra o en cualquier caso, ni lecho. Una imagen de hombres que después de llegar a una tierra desconocida se aventuran a otra, y añoraron México por primera vez, porque al parecer nadie se había ido. Quizá sea parte de nuestra i(n)diosincrasia no saber llegar a México y conquistarlo y salir rumbo al otro lado y perderse en el camino y luego andar extrañando México, aunque fuera la Nueva España, pero andar extrañando aquel lugar al que llegaste y conquistaste y luego te fuiste y, casi muriéndote, te permite regresar.

—La verdad es que no puedo extrañar ningún lugar al que no he llegado y después, haberme ido. Dicen que todos esos “hubiera” no existen. Tampoco existiría la lógica.

—Definitivamente no puedo dejar de vivir aquí donde vivo, aunque en nuestra literatura sólo exista el ricañismo. Nada es ficción. Todo es real y ahí está la verdad de nuestros tiempos.

Regresa el tiempo. Le queda claro a ella que él siga ahí. A él no le queda claro lo escabroso del presente, o del camino, o del futuro que será pasado.

—Pues sabes muy bien que estoy aquí por ti. Pero también sabes que si no hubiera nacido nunca no hubiera tenido que conocerte, no habría crecido, ni comido, ni me habría desarrollado, ni estaría en el camino rumbo a la muerte del que, mexicanamente, el autoengaño me dice con claridad que tú me vas a sacar.

—Claro, te lo digo, me queda claro que sigas aquí.

—Tú actitud triunfalista no te va a llevar a ningún lugar lejos de mí. No pretendas nada. Los rotundos éxitos o los encantadores fracasos nos van ayudando poco a poco a desviar la mirada del mundo en el que vivimos y nos acercan al mundo dentro de nosotros en el que nadie conversa con el hombre que lleva dentro. Sí, es una alusión al hombre que supo verse al espejo y aprender la filantropía.

Mi papel de narrador me excluye de aclarar que no soy humano, ni existo; sólo soy un referente para demarcar el tiempo, para describir el espacio en el que, en total oscuridad, una frente a otra, se hablan dos personas.

—Déjate de mamadas— dice Carola.

—Tienes razón. Compré este revólver. Ni siquiera es un revólver. Es una escuadra. Aquí acaba todo.

Se escucha un sonido estruendoso. Sigue siendo lunes... por la tarde.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario